martes, 7 de septiembre de 2010

jueves, 15 de julio de 2010

Templo Expiatorio a Cristo Rey se convierte en centro de acopio de Cáritas

En el Templo Expiatorio a Cristo Rey, Antigua Basílica de Guadalupe, queremos solicitar su apoyo para nuestros hermanos de Nuevo León, Tamaulipas y Coahuila, quienes actualmente padecen los estragos de la tormenta tropical Alex.

Te invitamos a que traigas a éste lugar, todos los productos que desees compartir con los damnificados, como agua embotellada, utensilios de cocina, alimentos enlatados (abre fácil), leche, leche en polvo, comida para bebés, cubetas y artículos de higiene.

Te recordamos que traigas productos no perecederos.
Gracias por tu cooperación.

Si requieres mayores informes, comunícate al 5750-0014

miércoles, 23 de junio de 2010

Testimonio Padre Martín Lasarte (Angola)

Hola, mi nombre es Martín Lasarte, soy un sacerdote católico que se siente feliz y orgulloso de su vocación. Desde hace veinte años vivo en Angola, como misionero.

Durante mi vida sacerdotal y con la misión que realizo, he tenido diversas experiencias, donde el amor al prójimo ha sido el motor de mi vida. En el año 2002 tuve que transportar por caminos minados desde Cangumbe a Lwena (Angola), a muchos niños desnutridos. También salvamos la vida de miles de personas en Moxico, mediante el único puesto médico en 90.000 km2, así como con la distribución de alimentos y semillas. Además, durante 10 años hemos brindado educación y escuelas a más de 110.000 niños.

Junto con otros sacerdotes, hemos tenido que socorrer la crisis humanitaria de cerca de 15, 000 personas en los acuartelamientos de la guerrilla, después de su rendición, porque no llegaban los alimentos del Gobierno y la ONU. Destaco también, la labor del Padre Roberto, quien a sus 75 años, por las noches recorre la ciudad de Luanda para brindar atención y cuidado a los chicos de la calle, los cura y los lleva a una casa de acogida, para que se desintoxiquen, además lucha por alfabetizar a cientos de presos.

Hay otros sacerdotes, como el P. Stefano, que tienen casas donde alojan a chicos maltratados. También hay quienes, como Fray Maiato, que con sus 80 años, pasa casa por casa, confortando a enfermos y desesperados. Casi nadie sabe que más de 60, 000 sacerdotes y religiosos, han dejado sus tierra y a sus familia, para servir a sus hermanos en una leprosería, en hospitales, campos de refugiados, orfanatos para niños o huérfanos de padres que fallecieron con Sida, en escuelas para los más pobres, en centros de formación profesional, en centros de atención a cero positivos… o sobretodo, en parroquias y misiones, dando motivaciones a la gente para vivir y amar.
Quiero compartirles que mi amigo, el P. Marcos Aurelio, por salvar a unos jóvenes durante la guerra en Angola, transportándolos de Kalulo a Dondo, fue ametrallado en el camino de regreso a su misión. El hermano Francisco, junto con cinco señoras catequistas, por ir a ayudar a las áreas rurales más recónditas, murieron en un accidente en la calle. También, decenas de misioneros en Angola han muerto por falta de socorro sanitario, por una simple malaria. En el cementerio de Kalulo están las tumbas de los primeros sacerdotes que llegaron a la región…Ninguno pasa los 40 años.

Acompañar la vida de un Sacerdote “normal” en su día a día, en sus dificultades y alegrías consumiendo sin ruido su vida a favor de la comunidad que sirve, no es algo que suela ser noticia de interés para los medios de comunicación, pues simplemente buscamos llevar la Buena Noticia, esa noticia que sin ruido comenzó en la noche de Pascua.

No pretendo hacer una apología de la Iglesia y de los sacerdotes. El sacerdote no es ni un héroe ni un neurótico. Es un simple hombre, que con su humanidad busca seguir a Jesús y servir sus hermanos. Hay miserias, pobrezas y fragilidades como en cada ser humano; y también belleza y bondad como en cada criatura.

viernes, 18 de junio de 2010


La Arena México se llena del amor de Dios

Este sábado 12 de junio, en la Arena México se reunieron alrededor de cinco mil fieles católicos para festejar a los presbíteros, esto como parte de la Clausura del Año Sacerdotal, convocado por el Papa Benedicto XVI desde el 19 de junio del 2009.

En medio de cantos, porras y un ambiente de oración; hombres, mujeres, religiosas, jóvenes e incluso niños, participaron de éste encuentro dedicado especialmente para nuestros pastores, quienes diariamente nos transmiten la Palabra y el amor de Jesús.

El evento dio inicio con la entronización de las imágenes de San Juan María Vianey, Santa María de Guadalupe y el Señor de la Misericordia. Más adelante, el laico Julio Hernández, director de Cristomanía, invitó a los asistentes a que no sólo en éste día recibamos a los sacerdotes en nuestro corazón, sino que los resguardemos ahí por siempre, y oremos por cada uno de ellos, desde el Padre que nos bautizó, el que nos ha impartido el sacramento de la reconciliación o aquél que comparte con nosotros diariamente el camino de la fe.

En su conferencia, “Sacerdote, gran intercesor”, el padre Carlos Triana, Asesor del Movimiento de Renovación Carismática en el Espíritu Santo, indicó que todos los cristianos somos sacerdotes desde el momento en que somos bautizados, y lo que nos diferencia de los presbíteros, es que ellos se consagraron a Dios para servirle en todo momento y también a su pueblo. La labor del sacerdote es ser un intercesor, porque nos aleja “de las influencias del maligno y siempre piden a Dios por la humanidad”, concluyó el Padre Triana.

La misa fue presidida por Mons. Juan Carlos Guerrero, encargado de la Vicaría Episcopal para laicos, quien explicó que el Santo Padre realizó este Año Sacerdotal, con el objetivo de reconocer el don del sacerdocio, y que igualmente, los pastores renovaran su fidelidad a Cristo y su entrega al reino de Dios. El Prelado insistió que este don es “algo único, que dejó el Señor, para la santificación de la Iglesia”. Con ello también exhortó a los sacerdotes a vivir en profundidad, la vocación a la que han sido llamados, entregándose como Jesús se entregó por la humanidad. Mons. Guerrero concluyó su homilía indicando que los cristianos deben ser transmisores de la palaba de Dios, “pero con toda su vida y no sólo con su voz”.

Al finalizar la celebración eucarística, los laicos entregaron a Mons. Guerrero un ramillete espiritual en el que ofrecieron misas, comuniones, jaculatorias, oraciones y acciones específicas por los sacerdotes, y se comprometieron a seguir pidiendo a Dios por ellos más allá de este año sacerdotal que termina.

Después de la Adoración Eucarística en la que Jesús Sacramentado recorrió los pasillos de la Arena México, tocando y sanando corazones, el evento concluyó con un concierto ofrecido por el grupo Rezzo y Fray Virgilio Sandoval Cruz, de la Orden de la Merced expresó a nombre de los sacerdotes que asistieron, que este encuentro les ayudó a recargar su energía y que además, ahora saben que alrededor del mundo, hay mucha gente que se encuentra orando por ellos, para que el Señor los fortalezca y que unidos a los laicos, caminen al encuentro de Dios.



Los laicos continuaremos orando por nuestros sacerdotes
12 de junio 2010, Arena México


En respuesta al llamado del Papa Benedicto XVI, alrededor de 6 mil personas nos hemos reunido hoy en la Arena México para Clausurar el Año Sacerdotal que fue convocado por el Santo Padre el 19 de junio pasado con motivo del 150 aniversario de la muerte de San Juan María Vianey, el Santo Cura de Ars.

Escuchamos y reflexionamos tres temas impartidos por los ponentes, adoramos a Jesús Eucaristía, participamos de la Santa Misa en la que entregaremos un ramillete espiritual por los sacerdotes y también con cantos, agradecimos a Dios el trabajo pastoral y social que realizan en el mundo y que ha significado una gran contribución al desarrollo del ser humano.

En este día de fiesta también les felicitamos y manifestamos nuestra gratitud por su entrega generosa a Dios y por poner su vida al servicio de la Iglesia; por seguir a Jesucristo y hacerlo presente en medio de la humanidad, santificándonos a través de los sacramentos, predicando su Evangelio con la palabra y el testimonio, y construyendo su Reino de amor y justicia, manifestado en tantas obras sociales.

La labor que nuestros amados sacerdotes llevan a cabo, nos acerca a Dios y fortalece nuestra vida fe, pues sabemos que al tiempo que son seres humanos con sus limitaciones, es Dios mismo quien actúa a través de ellos.

En su homilía pronunciada en la Clausura del Año Sacerdotal en la Plaza de San Pedro, el día 11de junio, el Papa Benedicto XVI enfatizó en que “El sacerdote no es simplemente alguien que detenta un oficio…Por el contrario, el sacerdote hace lo que ningún ser humano puede hacer por sí mismo: pronunciar en nombre de Cristo la palabra de absolución de nuestros pecados, cambiando así, a partir de Dios, la situación de nuestra vida… Por tanto, el sacerdocio no es un simple «oficio», sino un sacramento: Dios se vale de un hombre con sus limitaciones para estar, a través de él, presente entre los hombres y actuar en su favor. Esta audacia de Dios, que se abandona en las manos de seres humanos; que, aún conociendo nuestras debilidades, considera a los hombres capaces de actuar y presentarse en su lugar, esta audacia de Dios es realmente la mayor grandeza que se oculta en la palabra «sacerdocio».


Si bien este año, de muchas maneras hemos orado por cada uno de nuestros pastores, pidiéndole al Señor que les bendiga, que los fortalezca en medio del cansancio, las tentaciones, de las injurias y sobretodo que les permita experimentar la abundancia de su amor, continuaremos haciéndolo siempre, y de esta manera les mostraremos que no están solos, los laicos estamos con ellos y más allá de este Año Sacerdotal que termina, nuestra oración continuará, porque en la oración, está la fuerza del hombre.

Comunicación con Criterio, Unión de Voluntades, Cristomanía, Familia Eucarística, Derechos del Concebido, ARTEC, Fraternidad de Enfermos y Limitados Físicos, México corazón Guadalupano, Rezzo, Samaria, Adoremus, Emmanuel, Arcoíris del Espíritu Santo, Sumando Amor, Palabra y Obra, Messia, Escuela de Pastoral, Adoración Nocturna de la Arquidiócesis de México y muchos grupos más.

martes, 18 de mayo de 2010

miércoles, 28 de abril de 2010

DOSCIENTOS MIL PERSONAS ORANDO POR LOS SACERDOTES



DOSCIENTOS MIL PERSONAS ORANDO POR LOS SACERDOTES




¡ÚNETE, la oración es la fuerza del hombre!






Más allá de las faltas cometidas por unos cuantos sacerdotes, que de ninguna manera empañan la labor de miles de presbíteros y obispos en el mundo, diversos movimientos laicales han sido convocados, Comunicación con Criterio A.C., pues con el deseo de celebrar la clausura del Año Jubilar Sacerdotal, invitamos a todos los fieles, para unirnos en oración por el Papa Benedicto XVI, los obispos y sacerdotes del mundo.



Hay muchas cosas que tenemos que agradecerles, además del desarrollo humano, y sobre todo en el hacer presente el amor misericordioso de Jesús, a través de los sacramentos, en particular con el de la Reconciliación y la Eucaristía. Por eso queremos orar por ellos y manifestarles nuestro cariño y apoyo, con un gran festival.



Participemos de tres maneras:

a.- Únete a la red de oración y compártela con el mayor número de personas que puedas, invitándoles a sumarse a esta acción.

b.- Haz oración por el o los sacerdotes que quieras. (Llena el formato del ramillete espiritual)

c.- Participa (si te es posible) en el “Festival, Clausura del Año Sacerdotal” del próximo 12 de Junio, en la Arena México y manifiéstales tu cariño. La entrada es libre, pero necesitamos que confirmes tu asistencia, para que te sea otorgado un boleto, pues sin éste, no podrás ingresar al evento, ya que el cupo del mismo, es limitado.



Los boletos se están agotando. Contáctanos a través de nuestro correo electrónico. recibounsacerdote@gmail.com



POR FAVOR MÁNDANOS POR CORREO ELECTRÓNICO TU NOMBRE Y EL FORMATO DEL RAMILLETE ESPIRITUAL, LLENO:

Nombre:
Parroquia:
Delegación:

OFREZCO EL RAMILLETE ESPIIRITUAL POR EL

PAPA BENEDICTO XVI: ___________________________
EL (LOS) OBISPO(S): DE: ___________________________
EL(LOS) PADRE(S): ___________________________
MISAS _____________
COMUNIONES SACRAMENTALES _____________
COMUNIONES ESPIRITUALES _____________
ROSARIOS ______________
CORONILLAS ______________
JACULATORIAS ______________
OTRAS ACCIONES ______________











INAUGURACIÓN DEL AÑO SACERDOTAL EN EL 150° ANIVERSARIO DE LA MUERTE DE
SAN JUAN MARÍA VIANNEY

HOMILÍA DE SU SANTIDAD BENEDICTO XVI
Basílica de San Pedro
Viernes 19 de junio de 2009

Queridos hermanos y hermanas:

En la antífona del Magníficat dentro de poco cantaremos: "Nos acogió el Señor en su seno y en su corazón", "Suscepit nos Dominus in sinum et cor suum". En el Antiguo Testamento se habla veintiséis veces del corazón de Dios, considerado como el órgano de su voluntad: el hombre es juzgado en referencia al corazón de Dios. A causa del dolor que su corazón siente por los pecados del hombre, Dios decide el diluvio, pero después se conmueve ante la debilidad humana y perdona. Luego hay un pasaje del Antiguo Testamento en el que el tema del corazón de Dios se expresa de manera muy clara: se encuentra en el capítulo 11 del libro del profeta Oseas, donde los primeros versículos describen la dimensión del amor con el que el Señor se dirigió a Israel en el alba de su historia: "Cuando Israel era niño, yo lo amé, y de Egipto llamé a mi hijo" (v. 1). En realidad, a la incansable predilección divina Israel responde con indiferencia e incluso con ingratitud. "Cuanto más los llamaba —se ve obligado a constatar el Señor—, más se alejaban de mí" (v. 2). Sin embargo, no abandona a Israel en manos de sus enemigos, pues "mi corazón —dice el Creador del universo— se conmueve en mi interior, y a la vez se estremecen mis entrañas" (v. 8).

¡El corazón de Dios se estremece de compasión! En esta solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús la Iglesia presenta a nuestra contemplación este misterio, el misterio del corazón de un Dios que se conmueve y derrama todo su amor sobre la humanidad. Un amor misterioso, que en los textos del Nuevo Testamento se nos revela como inconmensurable pasión de Dios por el hombre. No se rinde ante la ingratitud, ni siquiera ante el rechazo del pueblo que se ha escogido; más aún, con infinita misericordia envía al mundo a su Hijo unigénito para que cargue sobre sí el destino del amor destruido; para que, derrotando el poder del mal y de la muerte, restituya la dignidad de hijos a los seres humanos esclavizados por el pecado. Todo esto a caro precio: el Hijo unigénito del Padre se inmola en la cruz: "Habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo" (Jn 13, 1). Símbolo de este amor que va más allá de la muerte es su costado atravesado por una lanza. A este respecto, un testigo ocular, el apóstol san Juan, afirma: "Uno de los soldados le atravesó el costado con una lanza y al instante salió sangre y agua" (Jn 19, 34).

Queridos hermanos y hermanas, os doy las gracias porque, respondiendo a mi invitación, habéis venido en gran número a esta celebración con la que entramos en el Año sacerdotal. Saludo a los señores cardenales y a los obispos, en particular al cardenal prefecto y al secretario de la Congregación para el clero, así como a sus colaboradores, y al obispo de Ars. Saludo a los sacerdotes y a los seminaristas de los diversos colegios de Roma; a los religiosos, a las religiosas y a todos los fieles. Dirijo un saludo especial a Su Beatitud Ignace Youssif Younan, patriarca de Antioquía de los sirios, que ha venido a Roma para encontrarse conmigo y manifestar públicamente la "ecclesiastica communio" que le he concedido.

Queridos hermanos y hermanas, detengámonos a contemplar juntos el Corazón traspasado del Crucificado. En la lectura breve, tomada de la carta de san Pablo a los Efesios, acabamos de escuchar una vez más que "Dios, rico en misericordia, por el gran amor con que nos amó, estando muertos a causa de nuestros delitos, nos vivificó juntamente con Cristo (...) y con él nos resucitó y nos hizo sentar en los cielos en Cristo Jesús" (Ef 2, 4-6). Estar en Cristo Jesús significa ya sentarse en los cielos. En el Corazón de Jesús se expresa el núcleo esencial del cristianismo; en Cristo se nos revela y entrega toda la novedad revolucionaria del Evangelio: el Amor que nos salva y nos hace vivir ya en la eternidad de Dios. El evangelista san Juan escribe: "Tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna" (Jn 3, 16). Su Corazón divino llama entonces a nuestro corazón; nos invita a salir de nosotros mismos y a abandonar nuestras seguridades humanas para fiarnos de él y, siguiendo su ejemplo, a hacer de nosotros mismos un don de amor sin reservas.

Aunque es verdad que la invitación de Jesús a "permanecer en su amor" (cf. Jn 15, 9) se dirige a todo bautizado, en la fiesta del Sagrado Corazón de Jesús, Jornada de santificación sacerdotal, esa invitación resuena con mayor fuerza para nosotros, los sacerdotes, de modo particular esta tarde, solemne inicio del Año sacerdotal, que he convocado con ocasión del 150° aniversario de la muerte del santo cura de Ars. Me viene inmediatamente a la mente una hermosa y conmovedora afirmación suya, recogida en el Catecismo de la Iglesia católica: "El sacerdocio es el amor del Corazón de Jesús" (n.1589).

¿Cómo no recordar con conmoción que de este Corazón ha brotado directamente el don de nuestro ministerio sacerdotal? ¿Cómo olvidar que los presbíteros hemos sido consagrados para servir, humilde y autorizadamente, al sacerdocio común de los fieles? Nuestra misión es indispensable para la Iglesia y para el mundo, que exige fidelidad plena a Cristo y unión incesante con él, o sea, permanecer en su amor; esto exige que busquemos constantemente la santidad, el permanecer en su amor, como hizo san Juan María Vianney.

En la carta que os he dirigido con motivo de este Año jubilar especial, queridos hermanos sacerdotes, he puesto de relieve algunos aspectos que caracterizan nuestro ministerio, haciendo referencia al ejemplo y a la enseñanza del santo cura de Ars, modelo y protector de todos nosotros los sacerdotes, y en particular de los párrocos. Espero que esta carta os ayude e impulse a hacer de este año una ocasión propicia para crecer en la intimidad con Jesús, que cuenta con nosotros, sus ministros, para difundir y consolidar su reino, para difundir su amor, su verdad. Y, por tanto, "a ejemplo del santo cura de Ars —así concluía mi carta—, dejaos conquistar por Él y seréis también vosotros, en el mundo de hoy, mensajeros de esperanza, reconciliación y paz".

Dejarse conquistar totalmente por Cristo. Este fue el objetivo de toda la vida de san Pablo, al que hemos dirigido nuestra atención durante el Año paulino, que ya está a punto de concluir; y esta fue la meta de todo el ministerio del santo cura de Ars, a quien invocaremos de modo especial durante el Año sacerdotal. Que este sea también el objetivo principal de cada uno de nosotros. Para ser ministros al servicio del Evangelio es ciertamente útil y necesario el estudio, con una esmerada y permanente formación teológica y pastoral, pero más necesaria aún es la "ciencia del amor", que sólo se aprende de "corazón a corazón" con Cristo. Él nos llama a partir el pan de su amor, a perdonar los pecados y a guiar al rebaño en su nombre. Precisamente por este motivo no debemos alejarnos nunca del manantial del Amor que es su Corazón traspasado en la cruz.

Sólo así podremos cooperar eficazmente al misterioso "designio del Padre", que consiste en "hacer de Cristo el corazón del mundo". Designio que se realiza en la historia en la medida en que Jesús se convierte en el Corazón de los corazones humanos, comenzando por aquellos que están llamados a estar más cerca de él, precisamente los sacerdotes. Las "promesas sacerdotales", que pronunciamos el día de nuestra ordenación y que renovamos cada año, el Jueves santo, en la Misa Crismal, nos vuelven a recordar este constante compromiso.

Incluso nuestras carencias, nuestros límites y debilidades deben volvernos a conducir al Corazón de Jesús. Si es verdad que los pecadores, al contemplarlo, deben sentirse impulsados por él al necesario "dolor de los pecados" que los vuelva a conducir al Padre, esto vale aún más para los ministros sagrados. A este respecto, ¿cómo olvidar que nada hace sufrir más a la Iglesia, Cuerpo de Cristo, que los pecados de sus pastores, sobre todo de aquellos que se convierten en "ladrones de las ovejas" (cf. Jn 10, 1 ss), ya sea porque las desvían con sus doctrinas privadas, ya sea porque las atan con lazos de pecado y de muerte? También se dirige a nosotros, queridos sacerdotes, el llamamiento a la conversión y a recurrir a la Misericordia divina; asimismo, debemos dirigir con humildad una súplica apremiante e incesante al Corazón de Jesús para que nos preserve del terrible peligro de dañar a aquellos a quienes debemos salvar.

Hace poco he podido venerar, en la capilla del Coro, la reliquia del santo cura de Ars: su corazón. Un corazón inflamado de amor divino, que se conmovía al pensar en la dignidad del sacerdote y hablaba a los fieles con un tono conmovedor y sublime, afirmando que "después de Dios, el sacerdote lo es todo... Él mismo no se entenderá bien sino en el cielo" (cf. Carta para el Año sacerdotal). Cultivemos queridos hermanos, esta misma conmoción, ya sea para cumplir nuestro ministerio con generosidad y entrega, ya sea para conservar en el alma un verdadero "temor de Dios": el temor de poder privar de tanto bien, por nuestra negligencia o culpa, a las almas que nos han sido encomendadas, o —¡Dios no lo quiera!— de poderlas dañar.

La Iglesia necesita sacerdotes santos; ministros que ayuden a los fieles a experimentar el amor misericordioso del Señor y sean sus testigos convencidos. En la adoración eucarística, que seguirá a la celebración de las Vísperas, pediremos al Señor que inflame el corazón de cada presbítero con la "caridad pastoral" capaz de configurar su "yo" personal al de Jesús sacerdote, para poderlo imitar en la entrega más completa.

Que nos obtenga esta gracia la Virgen María, cuyo Inmaculado Corazón contemplaremos mañana con viva fe. El santo cura de Ars sentía una filial devoción hacia ella, hasta el punto de que en 1836, antes de la proclamación del dogma de la Inmaculada Concepción, ya había consagrado su parroquia a María "concebida sin pecado". Y mantuvo la costumbre de renovar a menudo esta ofrenda de la parroquia a la santísima Virgen, enseñando a los fieles que "basta con dirigirse a ella para ser escuchados", por el simple motivo de que ella "desea sobre todo vernos felices".

Que nos acompañe la Virgen santísima, nuestra Madre, en el Año sacerdotal que hoy iniciamos, a fin de que podamos ser guías firmes e iluminados para los fieles que el Señor encomienda a nuestro cuidado pastoral. ¡Amén!